domingo, 11 de septiembre de 2011

Por la paz, el pan y las rosas

Por Orlando Ruiz Ruiz

El monumento habanero a los esposos Rosemberg



En un pequeño parque de La Habana que la luz tiñe de espléndido verde, allí donde la avenida Paseo quiebra su lisura en una colina y parece que abraza con su ancho cuerpo de asfalto a la calle Zapata, existe una obra de arte única por su significado en todo el mundo: el Monumento a los Esposos Rosemberg, un hombre y una mujer que vencieron con la pureza de su amor indestructible y su verdad la muerte injusta que les fue impuesta.

Sobre ladrillos rojos, los dos rostros de pureza infinita de la pareja mártir tal parece que nos convocan desde su quietud a continuar la lucha por la vida y la esperanza hasta conquistar un mundo mejor.

Esta bella estampa, evocadora de una historia triste, devenida a la vez condena y alerta, fue imaginada por la realizadora Estela Bravo y hecha realidad por el escultor José Delarra en 1983, cuando se cumplían veinte años del crimen.

La histeria anticomunista de la guerra fría, el auge del macartismo y el odio contra el campo socialista, no dieron perdón ni tuvieron piedad con los esposos Rosemberg. Acusados de conspiración para entregar el secreto de la bomba atómica a los soviéticos, fueron víctimas del fascismo norteamericano.

Al acercarse al monumento de sencillez impresionante, se descubre sobre el muro de ladrillos que representa la mazmorra donde Ethel y Julius estuvieron prisioneros antes de ser asesinados, la frase Por la paz, el pan y las rosas enfrentemos al verdugo. En este sitio de íntimo recogimiento siempre hay flores nuevas y es frecuente ver parejas de enamorados que contemplan callados y con las manos entrelazadas a los dos enamorados que no dejaron quebrantar su pasión en el amargo trance de una condena injusta.