sábado, 24 de marzo de 2012

Reflexiones ante un nido de mi jardín



Humildemente, sin abundancia de cuanto en otros lugares del mundo se tira a la basura y devenidos cada vez más dueños de nuestras conquistas y responsables conscientes de nuestros errores y reveses, hemos realizado una forja de espíritu nunca antes alcanzada de manera tan masiva por nación alguna. Solo el Socialismo lo ha hecho posible

Orlando Ruiz Ruiz

Junto a mi ventana, en un árbol de copa alta y verdes encendidos acabo de descubrir una paloma acurrucada en su nido; el ave dormita sin que nadie interrumpa la gestación de su maternidad, no hay estruendos ni zozobras en este atardecer habanero y hasta puedo imaginar cómo la vida con nuevas alas revoloteará muy pronto junto a mí. Mientras contemplo la escena maternal escucho las noticias: estallan bombas en Iraq; la metralla arrebata la existencia a más niños palestinos; por las calles de Estados Unidos marchan multitudes indignadas contra el asesino de un menor baleado al regresar a casa con solo dulces en las manos; el Papa eleva sus oraciones en México por las víctimas de la violencia…

La paz y el sosiego del nido fabricado entre las ramas de mi jardín me hacen reflexionar a propósito de un acontecimiento trascendental de estos días. El Santo Padre oficiará en Cuba para conmemorar el hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre, hace 400 años, pero lo hará ante un pueblo donde no hay que invocar a Dios para que ponga freno a las tragedias que en muchos sitios de este mundo son acontecimientos cotidianos. Benedicto XVI estará aquí entre el respeto de hombres y mujeres que han ascendido a la educación, la cultura y todo el nivel de bienestar que ha sido posible alcanzar con el Socialismo, un sistema gracias al cual hemos podido resistir el bloqueo más brutal de la historia con la más estricta y equitativa distribución de nuestras escasas riquezas. El sagrado pan de cada día, tan socorrido a lo largo de los siglos en el lenguaje eclesiástico, ha llegado en igual ración a cada cubano, aunque todavía en proporciones insuficientes.

Humildemente, sin abundancia de cuanto en otros lugares del mundo se tira a la basura y devenidos cada vez más dueños de nuestras conquistas y responsables conscientes de nuestros errores y reveses, hemos realizado una forja de espíritu nunca antes alcanzada de manera tan masiva por nación alguna.

No en balde somos peregrinos de una práctica solidaria sin condiciones materializada en la presencia de más de 30 mil médicos e incontables educadores en países y regiones del planeta donde antes nunca llegó una mano sanadora ni una acción desinteresada para aliviar el dolor y enseñar a leer y escribir. Y lo hemos hecho porque ya antes, en la hondura de nuestros campos y montañas, en esos sitios remotos de nuestros mares por donde según los devotos se avistó por primera vez nuestra virgen morena, habíamos ido a sembrar el conocimiento y llevar el remedio salvador, hasta convertirnos en la primera nación de América sin personas iletradas y una de las dos de más bajo índice de mortalidad infantil en todo el hemisferio.

Las noticias que alteran la paz con que contemplo anidar una paloma en mi jardín no son nunca informaciones de Cuba. Esta tierra vive en paz, sin interrumpir su larga lucha por el bienestar que tanto ha costado y sigue costando. Puede su Santidad palpar la obra de bien depositada en el alma de la nación cubana; los preceptos de justicia y distribución equitativa de la riqueza que sustentaron el origen de la fe cristiana están presentes en cada acto de esta sociedad que día a día tratamos de perfeccionar y donde el más alto paradigma es el bienestar del ser humano.