martes, 13 de diciembre de 2011

Producir y poner orden: nuestras principales riquezas

En una atmósfera de cambios sucesivos y prometedoras transformaciones, el país iniciará en breve su andar por un nuevo año bajo el signo de una Administración que ha puesto en primer orden la institucionalidad, una mayor autonomía financiera local, la disciplina productiva y el cumplimiento estricto de las regularidades económicas.

Orlando Ruiz Ruiz

Tras las rachas de un invierno que arrojó temprano sus borrascas sobre el Malecón habanero, diciembre transita con prisa entre el ajetreo de las calles de esta ciudad de bullicio, donde la gente común abre una sesión parlamentaria en cualquier esquina y el más común de los ciudadanos opina y discute sobre cuanto atañe a esta Isla, ya sea del último juego de beisbol o del previsible alcance de las medidas migratorias que, según la anticipación del juicio popular, casi siempre certero, deben eliminar restricciones obsoletas y cambiar el color de una diáspora que los enemigos de Cuba no han podido convertir en cuña para quebrar la solidez de esta unidad que nos ata a la tierra donde nacimos aunque habitemos del otro lado del mundo.

Ahora La Habana se ve distinta; el surgimiento del trabajo por cuenta propia que a algunos apegados al hermetismo de las doctrinas se les antojó el fin del Socialismo, ha traído consigo nuevas facilidades: variedad y diversidad de servicios que por sus características no podían ser ofrecidos por las empresas del Estado; mayores opciones al consumidor; pequeños mercados móviles que te acercan el producto al hogar, y la existencia de más ofertas que traen aparejado un accionar competitivo de los vendedores que a la larga hace mejorar la calidad para imponerse y abaratar los precios a quienes somos esencialmente consumidores.

A muchas personas antes ociosas o insatisfechas con la baja cuantía del salario que recibían, se les ve ante una modesta tarima donde ilustraciones sugerentes anuncian la compra venta de libros de uso, mientras otros ofertan en sus carritos novedosos y sencillos manjares que habían desaparecido de la gastronomía pública, sin contar los graciosos pregoneros de futas y flores, los colectores de materia prima, los reparadores ambulantes de cuanto en el hogar esté roto y aquellos, que sin perder el apego a las labores culturales o de índole profesional han devenido maestros repasadores, instructores de baile o artes plásticas, fisioterapeutas o sencillamente animadores de fiestas infantiles, payasos y mimos.

Mención aparte merecen quienes han asumido el duro y siempre prometedor oficio de labrador. Ya suman decenas de miles los nuevos agricultores, tan necesarios en un país donde hay tanta y tan buena tierra aguardando por las manos que la hagan producir. No por casualidad comienza a hablarse de una cosecha de café superior y de mejor calidad en el grano, como tampoco es un hecho fortuito el que la caña de azúcar vuelva por sus fueros gracias al buen hacer de las cooperativas, precisamente cuando el dulce eleva su cotización en los mercados internacionales. La presencia del frijol negro criollo, con cuya siembra algunos estrenaron su nueva vida campesina, comienza a hacerse cotidiana en los mercados y una amplia oferta de piña amarillea junto a la calabaza, la cebolla y las verduras de estación.

Hoy en Cuba se trabaja más; prevalece por doquier un espíritu emprendedor; los nuevos restaurantes en casas particulares, con el ofrecimiento de una gastronomía más cuidadosa, son acicate para los establecimientos de la empresa estatal. Súmese el aporte que han hecho a la estética urbana y la restauración de inmuebles antes poco cuidados, además de sus contribuciones al fisco que son de las que más dividendos ofrecen a las economías locales.

Pero no todo marcha con el orden y equilibrio requerido; todavía prevalecen trabas para el ordenamiento de una sociedad como la nuestra, acostumbrada a las trilladas y no siempre eficaces fórmulas impuestas por la burocracia que prolifera a la sombra de la extrema estatización. De todos modos, el quehacer activo que se respira por doquier es a todas luces un signo esperanzador; una atmósfera de cambios sucesivos y prometedoras transformaciones recibirá en todo el país el nuevo año, bajo el signo de una rigurosa Administración del Estado que ha puesto en primer orden, la institucionalidad, la disciplina productiva, una mayor autonomía financiera local y el cumplimiento estricto de las regularidades económicas.

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