sábado, 3 de julio de 2010

Otras bombas y la misma hambre




El mundo gasta por cada dólar contra la pobreza 10 en armas, aunque en el caso de los Estados Unidos la cifra se eleva a 25 por uno. De no revertirse esta realidad, la situación puede agravarse aún más a mediano plazo, si en los próximos diez años no se adoptan decisiones que posibiliten abrir 470 millones de nuevos empleos, según advierte la ONU. ¿Qué pasará con estas cifras si se desata la nueva guerra prometida?

Por Orlando Ruiz Ruiz

Amargos contrastes marcan la realidad de nuestros días. Mientras los gastos militares a escala planetaria aumentaron alrededor de un 50% en la última década, el número de desempleados ha llegado hoy a los 211 millones de personas sin la posibilidad de trabajar, la cifra más alta de la historia.
Aun cuando se asegura que la pobreza extrema puede haberse reducido en un 21%, los 500 individuos más ricos del mundo reciben mayores ingresos que los 416 millones de personas más pobres, según registro del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
Un reporte noticioso reciente da cuenta de la advertencia de la ONU: “la situación de la pobreza puede agravarse aún más a mediano plazo, si en los próximos diez años no se adoptan decisiones que posibiliten abrir 470 millones de nuevos empleos”.
De acuerdo con análisis de la organización mundial, la relación empleo-población, que había aumentado del 58 % al 61 en el lapso 1998-2008 cayó a un 60 % el año pasado, mientras que los trabajadores pobres se incrementaron del 7 % al 8 entre 2008 y 2009.
Mientras esto ocurre, por cada dólar que se invierte contra la pobreza y en beneficio de la garantía de trabajo se gastan diez en armas por el conjunto de las naciones, sin contar que el grupo de las ocho economías más desarrolladas del mundo dedican cuatro veces más, y solo una de ellas, Los Estados Unidos de Norteamérica, multiplica por 25 sus gastos destinados a la guerra.
Un ejemplo reciente ilustra la falta de voluntad de los países desarrollados para revertir esta realidad. Durante las cumbres del G-8 y el G-20, celebradas la pasada semana en Canadá, se gastaron alrededor de mil 400 millones de dólares, solo en seguridad y otros menesteres vinculados a la atención a los mandatarios asistentes.
Con el dinero empleado en estas citas presidenciales se podría financiar una parte de la ayuda a las familias pobres y así evitar la muerte de más de 48 mil madres y 840 mil lactantes, según cálculos realizados por la agencia DPA. Del mismo modo se podría lograr que más de 50 millones de personas tuvieran acceso a fuentes de agua potable.
Según cifras proporcionadas por organizaciones humanitarias, el gasto injustificado en las cumbres del G-8 y el G-20 serviría también para evitar casi 10 millones de abortos y 25 millones de embarazos no deseados, o conseguir, por ejemplo que en una nación como el Congo ocho millones de niñas vayan cinco años a la escuela.
Desde ahora hasta el 2015, cuando la ONU hipotéticamente pensaba cumplir las llamadas Metas del Milenio (disminución de la pobreza, mortalidad infantil, alfabetización…) se estima que morirán un millón 200 mil menores de cinco años por causas relacionadas con la crisis económica; pero, me pregunto, ¿cuantos perderán la vida, además, si las apetencias imperialistas desencadenan una nueva guerra, ahora contra la República Islámica de Irán? ¿Cuánto del dinero necesario para preservar la vida se gastará en destruirla? Nadie puede calcularlo.

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