viernes, 9 de julio de 2010

Surgidero de Batabanó: Donde habitan los dueños del mar














Por Orlando Ruiz Ruiz

En el sur de la tierra habanera, junto al golfo por donde Cristóbal Colón navegó en junio de 1494, hay un poblado donde cada casa tal parece untada de romance, leyenda y quietud. Es allí donde habitan los dueños del mar, labriegos de las olas que saben andar entre los fondos poblados de langostas y esponjas, arrebatándoselas con mano certera al espacio de penumbra azul donde habita Neptuno.
El azar quiso nombrar a este puerto Surgidero de Batabanó, como si también la evocadora denominación viniera a servir de luz para encaminarnos hasta su peculiar manera de existir y a su historia matizada de enigmas y sucesos guardados en la memoria popular y trasmitidos en los cuentos de cada abuelo.
Tal como lo recuerda el lamento atrapado en una vieja canción, “allá en el muelle de Surgidero partían los barcos dando un pitazo”; partían hacia la tristeza del presidio de Isla de Pinos.
Sobre este espigón arrastró también José Martí todo su dolor de desterrado con apenas 16 años y se sintieron un día los pasos de Fidel Castro cuando hombres desalmados trataron de anular su hidalguía tras las rejas del silencio, en una cárcel considerada modelo por los opresores de la nación.
Por una paradoja del azar, pocos años después de componer el casi místico Vals Sobre las Olas, su autor, Juventino Rosas Cadenas, vendría a morir envuelto en un halo de leyenda en el enigmático y remoto Surgidero de Batabanó.
El artista, que se dirigía hacia Nueva York junto a una compañía de afamados músicos, había llegado a este puerto cubano el 22 de junio de 1894, aquejado de una mortal dolencia, por lo que no se sintió en condiciones de reemprender el viaje. De inmediato fue ingresado en la casa quinta Nuestra Señora del Rosario, donde se extinguió su existencia.
Aunque envueltas hasta hace poco en las brumas de la especulación popular, varias historias describen de manera diferente el origen del vals Sobre las Olas. Pero es precisamente en Surgidero de Batabanó donde en 1994 se dan a conocer las reales motivaciones y detalles que marcan el nacimiento de la universal composición.
Hasta ese momento se suponía, según una de las versiones más difundidas, que el músico se inspiró en el murmullo de los manantiales de Contreras, en México, tal como otros aseguraban que el chispazo creador lo recibió cuando se bañaba en el riachuelo de La Magdalena en las cercanías de Ajusco.
También se ha escrito que lo concibió en Cuautepec, mientras miraba lavar en el río a Mariana Cerdillo, de quien estaba enamorado, pero la verdad acerca de esta pieza que ha recorrido el mundo en glorioso paralelismo con Danubio Azul, de Strauss, la reveló el periodista Andrés Clemente Vázquez en el diario El País el 26 de enero de 1894, según lo confirma un estudio realizado al respecto por el investigador cubano Hugo Barreiro.
“Sobre las Olas –relata Vázquez- lo escribió el compositor, enamorado y errabundo, en un bosquecillo de Cuautepec, poniéndole por nombre Junto al manantial; lo remitió en borradores a México, y allí el inexorable pueblo le estampó su nombre actual, con el cual ha de pasar a la postreridad.
En el centenario de la muerte del artista, a la vez que se sacaban a la luz las legítimas causas que lo inspiraron y las razones que lo dieron a conocer, se levantó en el puerto donde murió Juventino Rosas, y junto a la casita que conoció de sus últimos días de fiebre creadora, una escultura tallada sobre mármol rosado que evoca el mango de su inseparable violín.
Realidad y leyenda se entretejen en torno al efímero existir batabanoense del autor del vals Sobre las Olas, Se sabe por numerosos relatos que su presencia en este antiguo pueblo marinero dejó huellas entre quienes le conocieron que nunca se borrarán, y se cuenta incluso que aquí el músico hizo confesiones sobre el amor apasionado que en el bosquecillo de Cuautepec lo llevó a crear una de las más universales y conocidas piezas musicales.
El tiempo ha pasado y la historia ha hecho faena de duende inagotable en esta ribera de humildad y trabajo. Desde el mismo puerto se hacen hoy a la mar los más afamados pescadores de langosta cubanos para conducir sus barcos seguros hacia donde el crustáceo es más pródigo y la pesca más abundante. Aquí regresan también los esponjeros con la satisfacción en el brillo de sus ojos, para recibir la recompensa justa por el servicio de su labor.
Esponjeros y langosteros son hoy los dueños de esas aguas. Una nueva realidad tocó la humildad de sus casas; transformó sus barquichuelos y les demostró de veras que este golfo de riqueza y nostalgia conservará siempre sobre sus mansas aguas el murmullo arrullador del vals Sobre las Olas como un presagio de venturas.

2 comentarios:

  1. Fue en el Surgidero de Batabanó donde en 1894 el gran compositor mexicano, autor del vals Sobre las Olas, Juventino Rosas vio sus últimos días.

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  2. Hermosísimo relato de Orlando Ruiz. Sus líneas son tan melodiosas que se deslizan sobre las olas de Juventino Rosas.

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